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15 de agosto de 2025La inteligencia artificial no solo requiere grandes cantidades de electricidad para funcionar: también depende de recursos tan esenciales como el agua. Este tema ha comenzado a llamar la atención tras unas declaraciones de Google, en las que aseguró que cada consulta realizada a Gemini consume apenas 5 gotas de agua.
La comparación parece anecdótica y hasta simpática, pero en realidad plantea un debate profundo: ¿es esa la verdadera medida del impacto de la IA en el medio ambiente?
El dato de Google: ¿cinco gotas por consulta?
De acuerdo con los portavoces de Google, el cálculo proviene del promedio de agua utilizada en los sistemas de refrigeración de sus centros de datos. Estas instalaciones gigantescas consumen agua para mantener los servidores a temperaturas óptimas y evitar sobrecalentamientos.
En cifras más claras: una consulta no equivale literalmente a “5 gotas”, sino que el gigante tecnológico simplifica el dato para hacerlo comprensible al público. No obstante, esto no refleja la complejidad real del consumo, ya que cada centro de datos opera en condiciones diferentes.
Por qué algunos expertos dudan
Investigadores en sostenibilidad tecnológica advierten que la explicación de Google puede ser más marketing que realidad. Varios estudios señalan que:
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El consumo hídrico varía según la región: en climas cálidos, los centros de datos necesitan mucho más agua para enfriar.
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No todo el consumo se reparte de forma “uniforme” entre las consultas: algunas interacciones complejas con Gemini pueden requerir más recursos de cómputo.
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Los datos suelen presentarse de manera agregada, lo que oculta la magnitud total del gasto hídrico anual.
De hecho, un informe del Associated Press reveló que en 2022 Google utilizó más de 20 mil millones de litros de agua para sus operaciones globales, una cifra que contrasta con la “simplicidad” de las 5 gotas por consulta.
El dilema de la IA y la sostenibilidad
Lo que está claro es que la inteligencia artificial, pese a sus beneficios, no es neutra para el medio ambiente. A medida que su uso se multiplica, también crecen su huella energética e hídrica.
El problema se intensifica cuando recordamos que cada día se realizan millones de consultas a modelos como Gemini o ChatGPT. Multiplicar ese consumo de agua por la escala global deja en evidencia que el impacto podría ser mucho mayor de lo que los gigantes tecnológicos admiten.
¿Qué soluciones existen?
Frente a estas críticas, Google y otras empresas están experimentando con alternativas para reducir su huella:
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Centros de datos en climas fríos, que requieren menos refrigeración artificial.
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Sistemas de enfriamiento con aire en lugar de agua, aunque suelen ser menos eficientes.
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Energías renovables combinadas con tecnologías de eficiencia hídrica.
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Reciclaje de agua, para reusar el recurso en lugar de consumir agua potable.
Además, existen iniciativas de transparencia que buscan obligar a las empresas a reportar con mayor precisión el impacto ambiental de la IA.
¿Qué significa para los usuarios?
Para el usuario común, el dato de las “5 gotas” puede parecer irrelevante. Sin embargo, abre la puerta a una reflexión importante: cada interacción digital tiene un costo ambiental. Desde enviar un correo hasta preguntarle algo a un modelo de IA, siempre hay un gasto energético y de recursos detrás.
A medida que la inteligencia artificial se integra más en nuestras vidas, será clave exigir a las empresas que combinen innovación con responsabilidad ambiental.
El dato de Google sobre las “5 gotas de agua” por consulta a Gemini es, en el mejor de los casos, una simplificación extrema. Aunque busca transmitir confianza y transparencia, la realidad es que la IA implica un consumo de recursos significativo que no puede minimizarse.
Lo positivo es que el debate ya está sobre la mesa, y tanto usuarios como expertos están exigiendo un desarrollo tecnológico más sostenible. Gemini puede ser el futuro de la inteligencia artificial, pero si quiere ser parte del futuro del planeta, deberá también aprender a cuidar del agua.